El cante, columna vertebral del flamenco…

El flamenco es un arte que como bien sabemos tiene origen después de un lento proceso de trasplantes expresivos, guiados por los gitanos y sus peregrinaciones, dejándose llevar por culturas que fueron pieza clave de lo que hoy por hoy conocemos como flamenco.

Una cosa es segura: viene del primer llanto. Se engendró en los primeros gritos de angustia de personas marginadas y perseguidas, que fueron trazando en su incesante peregrinar toda una geografía de dolor, de persecuciones y alegrías rotas.



Sobre el siglo XV llegan los gitanos al sur de España, encontrándose con una hospitalidad que no habían tenido en otros territorios y es allí donde ocurre la magia: el flamenco como símbolo de una necesidad común de expresión. En esta convivencia amasada en el dolor, el gitano contempla la riqueza del folklore andaluz que unido a su propio sufrimiento da como resultado una potente manifestación artística.

En función de esto, debemos comprender que todo parte del cante, de ahí vienen los primeros lamentos por las persecuciones, las primeras quejas por tener una vida tan oscura, el primer “quejío”. El cante resume la historia y su origen, el cante nos muestra la verdad.

El cante está presente en todas las circunstancias de la vida de quienes se han dejado llevar por él, las nanas para dormir a los niños, los cantes de corro y de columpio para los juegos infantiles, a la hora de trabajar los cantes de trilla, los pregones, los cantes de fragua y las mineras; a la hora de casarse la alboreá, en la soledad y el desamparo las carceleras, las deblas y las tonás; en las fiestas familiares los tangos, las alegrías y bulerías; para rezar los fandangos rocieros y las saetas; los villancicos en Navidad, en el dolor y la muerte el bálsamo de la soleá y el grito de la seguiriya.

Desde siempre los seres humanos nos ganamos el sustento con el trabajo y en prácticamente todas las culturas para hacer el trabajo más llevadero se canta. De ésta manera en el flamenco nacieron los martinetes, esos conmovedores cantes de fragua que se acompasan con los golpes de martillo sobre un yunque, los pregones, cantes utilizados por los vendedores ambulantes para ofrecer su mercancía, los cantes de trilla, adecuados para las labores de campo, y las mineras, prueba fiel de la dureza del trabajo en las minas de Levante.



Partiendo de la columna vertebral, no podríamos divorciar al cante de la guitarra y mucho menos del baile. Bailar el cante es una labor que no se puede lograr si no conocemos los cimientos, bailar el cante significa entender ese primer llanto, respetar sus formas, sus respiros, darle su espacio, esperarlo, acompañarlo, saber cómo y cuándo pedirlo, acariciarlo con las manos y en ocasiones empujarlo con los pies. Bailar el cante nos lleva por el camino de la verdad, bailar el cante hace que tus movimientos se conjuguen lógicamente en un mar de versos, bailar el cante nos hace vibrar de la mano de la verdadera esencia del flamenco.

Los que bailamos no podemos ignorar al cante, por el contrario tenemos la obligación de ser aficionados a él para poder bailarlo como se lo merece. Entendamos la estructura de sus letras, la diferencia mínima que existe entre palos de la misma familia, longitud y comportamiento de sus versos, cuando y como rematarlo…esto y mucho más hará de nuestro baile, un baile con sentido, un baile más puro y sensible.

Escrito: Romina Vázquez

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